
El
Instinto es parte de las características del ser humano y
de los seres vivientes en general. Por instinto hacemos movimientos sin pensar;
por instinto somos curiosos, nos asusta que nos desprecien pero amamos ser idolatrados;
por instinto nos irrita el mal que se ejerce en los nuestros pero también por instinto somos
capaces de hacer lo mismo o peor para defenderlos.
El
instinto gobierna a los hombres como gobierna a los perros. Pero no es tan
habilidoso como el de algunos animales: el becerro o el caballo toman la teta
de su madre al nacer, pero el niño desfallecería si su madre no se la
diera tomándole en brazos.
Nuestro
instinto nos impulsa a pegar a nuestro hermano que nos da un disgusto, si nos
encendemos de cólera y si comprendemos que somos más fuertes que él. Luego nuestra razón sublime nos hace
inventar las flechas, la espada, la pica y el fusil, con los que matamos a
nuestro prójimo.
El
instinto presenta como caracteres primarios el innatismo y la estabilidad; como
caracteres secundarios, la universalidad específica y la ignorancia
del fin. Esta clasificación establece una diferencia entre las notas esenciales y las
meramente accidentales del instinto.
Caracteres primarios:
a) Innatismo.
Entendemos por innata aquella propiedad que es consustancial al individuo y a
la especie y que, por ello mismo, no es, ni puede ser, objeto de aprendizaje
alguno, antes bien surge con ella perfectamente acabada. Ello explica la
infalibilidad e inmediata perfección de la conducta
instintiva que, sin ningún tipo de vacilaciones, se dirige directamente a la realización del fin al que la
naturaleza le destina. Es por esto que el instinto se opone a la inteligencia
(entendida esta última como la facultad de adaptarse a las situaciones utilizando
y aprovechando la experiencia anterior).
b)
Entendemos por estabilidad la invariabilidad, tanto en el espacio como en el
tiempo, de la conducta del animal. Con ello queremos referirnos al hecho de
experiencia de que no se observan, desde tiempo inmemorial, cambios notables en
su conducta (p. ej., parece que las distintas clases de aves han realizado
siempre sus nidos de un modo idéntico según su especie o variedad, etc.).
Caracteres secundarios:
a)
La expresión universalidad específica alude al hecho de
que cada especie posee un sistema propio e invariable de instinto capaces, por
lo mismo, de definirla con la misma seguridad y precisión que el análisis de su estructura
orgánica.
Se impone no obstante, una diferencia entre el fondo y la forma del instinto
primario y el secundario. El primero consiste en la especificidad genérica que afecta a todas
las razas de una misma especie. El segundo en la diferencia específica que atañe a tal o cual raza o
variedad de la especie genérica. (Todas las golondrinas, p. ej., coinciden en el fondo
cuando construyen el nido; pero sus diferentes variedades lo hacen, por lo que
se refiere al modo y a la elección de materiales, de una
manera peculiar).
b)
Por lo que hace a la ignorancia del fin, es necesario considerar el mecanismo
instintivo, así como su carácter automático. Respecto del primer punto hay que decir que, generalmente,
el animal realiza con perfección suma todo aquello que obedece a una tendencia instintiva, sin
que tenga para ello necesidad de elegir el fin y los medios adecuados a este
fin que la propia naturaleza le impone (piénsese, p. ej., en la
gallina a la que se le ha sustituido un huevo fecundado por otro de piedra; o
en la abeja que sigue cargando miel en una celdilla a la que se ha agujereado
en el fondo).
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