Históricamente ha habido muchas acepciones del Alma. Las
Culturas primitivas, religiones antiguas, Empédocles, Platón, Plotino, las
religiones modernas, etc… Todos tienen un concepto diferente de alma. Sin
embargo todos coinciden en una cosa: el alma es el principio vital que da vida
a un cuerpo.
En las culturas primitivas se entendía que el alma era el
“soplo” de vida. Bien como parte misma del cuerpo o bien como parte extra al
cuerpo. En las religiones antiguas como el orfismo y otras asiáticas, el alma
es un principio vital y está separada al cuerpo. Pero admiten la metempsicosis.
Platón la concebía como el principio del conocimiento además de
considerarla un principio vital de vida. Desde Descartes pierde su carácter de
principio vital y se identifica con el principio del conocimiento, con la
conciencia de sí que tiene el ser humano. En la actualidad es un término en
desuso en el mundo profano, sustituido con frecuencia por el concepto de
"mente", que es entendido por algunos como algo distinto del cerebro
y por otros como algo que no se puede distinguir de la mera actividad cerebral.
Agustín de Hipona (San Agustín), aquel Santo de la iglesia
católica que en su juventud era maniqueísta y que vivió escandalosamente entre
comilonas, borracheras, lujurias y desenfrenos, escribió también sobre el alma.
El creía que el hombre es propiamente alma con un cuerpo mortal a su
disposición. Así llegó también a la idea de la sustancialidad, que tan
fervientemente defiende la iglesia católica, al reconocer que nuestra
conciencia del yo contiene tres elementos: la realidad, la autonomía y la
permanencia del yo.
En la actualidad por alma se entiende usualmente, lo mismo que por espíritu, lo más íntimo y propio, lo intrínseco y constitutivo de un ser y hasta metafóricamente de las cosas. Alma o espíritu quiere decir para el sentido común el hombre interior, en el cual tienen asiento las superiores aptitudes y potencias de nuestra vida. Lo que es interior y posee cierta superioridad jerárquica respecto a lo tangible y palpable, tal parece ser con toda su indecisa vaguedad, el sentido certero, con que la sana razón concibe lo anímico o espiritual. Condensando este sentido, aunque sin declinar en personificaciones abstractas, ni en interpretación de sabor escolástico, diremos de momento que el alma es el ser o elemento interior que preside toda nuestra vida desde los actos más rudimentarios y simples hasta los superiores y más sublimes, y cuya realidad se manifiesta en hechos de conocimiento, sentimiento y voluntad. Tomada esta idea en una acepción, aunque preliminar, bastante extensa para que no peque por exclusiva, la referimos a este centro de reacción propia, a este impulso de dirección y modificación del mecanismo de las fuerzas exteriores, a esta energía interna de que todos los hombres dan testimonio en su conciencia, y a cuya suprema síntesis damos el nombre, ya históricamente consagrado, de espíritu oalma. Usadas la segunda palabra en toda la filosofía antigua, y la primera admitida y consagrada por la filosofía cristiana y después por la moderna, expresan en el fondo la misma idea, siquiera vengan respectivamente influidas por apreciaciones distintas. Comenzó a concebirse la espiritualidad como propiedad del alma humana, equivalente al atributo negativo de inmaterial o incorpórea, y después se estimó en la Teología cristiana, admitida la existencia de seres incorpóreos o espíritus puros, como palabra adecuada para expresar la naturaleza inmaterial de los ángeles, de cuya naturaleza inmaterial participa en algún grado el alma humana. Por una ampliación de sentido, de las que son tan frecuentes en el lenguaje, la palabra espíritu se refiere a la idea ontológica, al ser anímico considerado en sí mismo, con abstracción, aunque no con separación (científicamente hablando) del cuerpo, mientras que la de alma expresa el concepto psicológico del espíritu o el espíritu mismo en cuanto está unido al cuerpo para animarle y vivificarle (de donde anima en latín y alma en nuestra lengua). Concebimos, pues, salvo la distinción indicada, como sinónimas, las palabras alma y espíritu.
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