
El día de hoy tengo preparado,
para presentar a Ustedes, un discurso que no fué elaborado por mí. Fué
redactado en un contexto social muy diferente al que nosotros vivimos
actualmente y, sin embargo, las ideas expresadas en él permanecen actuales.
El autor de éste discurso es
Andrew Michael Ramsay, caballero escocés, licenciado en Teología, doctor
honoris causa por la Universidad de Oxford y miembro de la Real Academia de
Ciencias de Londres. Fué iniciado como masón en Francia en 1730. En su discurso,
Ramsay realiza un análisis histórico vinculando el desarrollo de la
Francmasonería medieval con la actividad de las órdenes de caballería, tomando
como modelo los hospitalarios de San Juan, y presentando todo ello entroncado
en una tradición más amplia, de carácter iniciático.
El discurso fue pronunciado, a
saber, dos veces: la primera en la Logia parisina Saint Thomas Nº 1, la primera
logia fundada en Francia. El segundo, de igual redacción pero con mínimas
variantes debido a la ocasión, lo pronunció ante una asamblea general de la
Orden francesa en 1737, teniendo él mismo el cargo de Orador.
El discurso original, redactado
en francés de la época, contiene algunos textos en latín que, por mi
desconocimiento de la lengua, no sé cómo traducir.
Cabe mencionar que se hace una referencia a Francia al final. Lo ques es entendible siendo que el autor fué ciudadano francés y se sentía orgulloso de serlo. Que ésto no afecte el mensaje, solamente tenemos que extrapolar ésta situación al mundo entero y darnos una visión general de la humanidad.
Ramsay dijo:
“Señores: El noble entusiasmo que
ustedes demuestran para ingresar en la antigua y muy ilustre Orden de los
Francmasones es una prueba evidente de que ya poseen todas las cualidades
necesarias para convertirse en sus miembros. Estas cualidades son la
filantropía, el secreto inviolable y el gusto por las bellas artes.
Licurgo, Solón, Numa y todos los
demás legisladores políticos no lograron que sus instituciones llegaran a ser duraderas:
por muy sabias que hayan sido sus leyes, no han podido extenderse a todos los
países y perdurar a través de los siglos. Puesto que se fundamentaban en las
victorias y las conquistas, en la violencia militar y en el dominio de un
pueblo sobre otro, no han podido llegar a ser universales ni adaptarse al
gusto, al genio y a los intereses de todas as naciones. No se basaban en la
filantropía: el falso amor por una parcela de hombres, quienes habitan una pequeña
región del universo que se llama patria, destruía en todas estas repúblicas
guerreras el amor por la humanidad en general. Los hombres, fundamentalmente,
no se diferencian por las lenguas que hablan, las ropas que visten o los
rincones de este hormiguero que habitan. El mundo entero no es más que una gran
república, en la cual cada nación es una familia y cada individuo un niño.
Señores, nuestra sociedad se
estableció para hacer revivir y propagar las antiguas máximas tomadas de la
naturaleza del ser humano. Queremos reunir a todos los hombres de gusto sublime
y de humor agradable mediante el amor por las bellas artes, donde la ambición
se vuelve una virtud y el sentimiento de benevolencia por la cofradía es el
mismo que se tiene por todo el género humano, donde todas las naciones pueden
obtener conocimientos sólidos y donde los súbditos de todos los reinos pueden
cooperar sin celos, vivir sin discordia, y amarse mutuamente. Sin renunciar a
sus principios, desterramos de nuestras leyes todas las disputas que pueden
alterar la tranquilidad del espíritu, la delicadeza de las costumbres, los
sentimientos afectuosos, la alegría legítima, y aquella armonía absoluta que
sólo se encuentra en la eliminación de todos los excesos indebidos y de todas
las pasiones discordantes.
Asimismo tenemos nuestros
misterios: son signos que representan nuestra ciencia, jeroglíficos muy
antiguos y palabras que se tomaron de nuestro arte; todos ellos componen un
lenguaje algunas veces mudo y otras, muy elocuente para comunicarse a grandes
distancias, y para reconocer a nuestros hermanos sin importar su lengua o país.
En un primer momento, a los que ingresan nada más se les da a conocer el
sentido literal. Es sólo a los adeptos que se les revela el sentido sublime y
simbólico de nuestros misterios. Es así como los orientales, los egipcios, los griegos
y los sabios de todas las naciones ocultaban sus dogmas por medio de figuras,
símbolos y jeroglíficos.
A menudo, el sentido literal de
nuestras leyes, de nuestros ritos y de nuestros secretos sólo ofrece a la razón
un sinnúmero de palabras ininteligibles; sin embargo, los iniciados encuentran
en ellos un manjar exquisito que alimenta, que eleva, y que le recuerda al
espíritu las verdades más sublimes. Ha sucedido con nosotros lo que casi nunca
ha sucedido con otra sociedad.
Nuestras logias se han instaurado
hace mucho tiempo y se difunden hoy por todas las naciones civilizadas del mundo;
sin embargo, entre tan numerosa multitud de hombres ningún hermano jamás ha
traicionado nuestro secreto. Desde el momento en que comienzan a formar parte
de nuestra cofradía, las personas más frívolas, las más indiscretas y las menos
instruidas aprenden a guardar para sí mismas esta gran ciencia: entonces,
parecen transformarse y convertirse en hombres nuevos, impenetrables y
penetrantes al mismo tiempo. Si alguien rompiera los juramentos que nos unen,
no tenemos ninguna ley penal excepto el remordimiento de conciencia y la
exclusión de nuestra sociedad, según las siguientes palabras de Horacio:
Est et fideli tuta silentio
Merces: vetabo, qui Cereris sacrum
Vulgarit arcanae, sub isdem
Sit trabibus, fragilemve mecum
Solvat phaselum.
Horacio, antiguamente, fue orador
de una gran logia establecida en Roma por Augusto, mientras Mecenas y Agripa eran
sus vigilantes. Las mejores odas de este poeta son himnos que compuso para que
se cantaran en nuestras orgías. Sí, señores, las famosas fiestas de Ceres en
Eleusis, de las cuales habla Horacio, así como las de Minerva en Atenas y las
de Isis en Egipto no eran otra cosa que logias de nuestros iniciados, donde se
celebraban nuestros misterios con las comidas y las libaciones pero sin los
excesos, los desenfrenos y sin la intemperancia en que cayeron los paganos,
después de haber abandonado la sabiduría de nuestros principios y la pureza de
nuestras máximas.
El gusto por las artes liberales
es la tercera cualidad que se requiere para entrar en nuestra Orden, la
perfección de este gusto es la esencia, el fin y el objeto de nuestra unión. De
todas las ciencias matemáticas, la de la Arquitectura, ya sea civil, naval o
militar es, sin duda, la más útil y la más antigua. Es a través de ella que nos
defendemos contra las injurias del aire, contra la inestabilidad de las olas y sobre
todo contra el furor de otros hombres.
Es por medio de nuestro arte que
los mortales han encontrado el secreto de construir casas y urbes con el
propósito de reunir las grandes sociedades; el secreto de recorrer los océanos
para llevar de uno a otro hemisferio las riquezas de la tierra y de los mares y
en fin el secreto de construir murallas y máquinas contra un enemigo más
terrible que los elementos y los animales, quiero decir contra el hombre mismo
que no es más que una bestia feroz, a menos que su naturaleza sea templada con
la dulzura, la paz y la filantropía de las máximas que reinan en nuestra
sociedad.
Tales son, señores, las
cualidades que se requieren en nuestra Orden de la cual revelaremos ahora, en
pocas palabras, el origen y la historia.
Nuestra ciencia es tan antigua
como el género humano, pero no se debe confundir la historia general del arte
con la historia particular de nuestra sociedad. Han existido en todos los
países y en todos los siglos arquitectos, pero todos estos arquitectos no eran
francmasones iniciados en nuestros misterios. Cada familia, cada república y
cada imperio cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, tiene su fábula
y su verdad, su leyenda y su historia, su ficción y su realidad. La diferencia
que hay entre nuestras tradiciones y aquellas de todas las demás sociedades
humanas es que las nuestras están fundadas en los anales del pueblo más antiguo
del universo, el único que hoy conserva el mismo nombre que tenía antiguamente,
que no se confunde con las otras naciones aunque esté disperso por todas partes
y en fin, el único que ha conservado sus libros antiguos, al contrario de casi
todos los demás pueblos en los que éstos se han perdido. Por lo tanto, he aquí
lo que he podido recopilar sobre nuestro origen en los antiquísimos archivos de
nuestra Orden, en las actas del Parlamento de Inglaterra que hablan
frecuentemente de nuestros privilegios, y en la jurisdicción actual de un país
que ha sido el centro de nuestra ciencia arcana desde el siglo décimo. Señores,
dígnense prestar más atención; hermanos vigilantes protejan la logia, aparten
de este lugar la vulgaridad profana.
Procul oh procul este profani,
odi profanum vulgus et arceo, favete linguis.
El gusto supremo por el orden, la
simetría y la proyección sólo pueden ser inspirados por el Gran Geómetra, Arquitecto
del Universo, cuyas ideas eternas son los modelos de la belleza verdadera.
Además, vemos en los anales sagrados del legislador de los judíos que Dios
mismo fue el que enseñó al restaurador del género humano las proporciones de la
construcción flotante que tenía como función preservar durante el diluvio los
animales de todas las especies para que repoblaran nuestro globo, cuando
saliera del seno de las aguas. Por consiguiente, Noé debe ser considerado como
el autor y el inventor de la arquitectura naval así como el primer gran maestro
de nuestra Orden.
La ciencia arcana fue trasmitida
por medio de una tradición oral desde Noé hasta Abraham y los patriarcas, el
último de los cuales llevó nuestro arte sublime a Egipto. Fue José quien dio a
los egipcios la primera idea para la construcción de los laberintos, de las
pirámides y de los obeliscos que se han admirado en todas las épocas. Es por esta
tradición patriarcal que nuestras leyes y nuestras máximas se difundieron en
Asia, Egipto, Grecia y entre todos los Gentiles; sin embargo, rápidamente
nuestros misterios fueron alterados, degradados, deformados y mezclados con
supersticiones y la ciencia secreta sólo se conservó pura entre el pueblo de
Dios.
Moisés, inspirado por el
Altísimo, hizo construir en el desierto un templo móvil de acuerdo con el
modelo que se le había revelado en una visión celeste en la cumbre de la
montaña sagrada, prueba evidente de que las leyes de nuestro arte se observan
en el mundo invisible donde todo es armonía, orden y proporción. Este
tabernáculo ambulante, copia del palacio invisible del Altísimo, que es el
mundo superior, se convirtió después en modelo del famoso templo de Salomón el
más sabio de los reyes y de los mortales. Este edificio soberbio sostenido por
mil quinientas columnas de mármol de Paros, con más de dos mil ventanas, con
capacidad para cuatrocientas mil personas, fue construido en siete años por más
de tres mil príncipes o maestros masones que tenían por jefe a Hiram–Abif gran
maestro de la logia de Tiro, a quién Salomón confió todos nuestros misterios.
Fue el primer mártir de nuestra Orden… su fidelidad se debe conservar… su
ilustre sacrificio. Después de su muerte, el rey Salomón escribió en
jeroglíficos nuestro estatuto, nuestras máximas y nuestros misterios, y este
libro antiguo es el código original de nuestra Orden. Después de la destrucción
del primer templo y el cautiverio de la nación escogida, el ungido del Señor,
el gran Ciro que se había iniciado en todos nuestros misterios designó a
Zorobabel como gran maestro de la logia de Jerusalén, y le ordenó poner los
cimientos del segundo templo donde fue depositado el misterioso Libro de
Salomón. Durante doce siglos este Libro se conservó en el templo de los
israelitas, pero después de la destrucción del segundo templo y la dispersión
de este pueblo durante el imperio de Tito, el antiguo libro se extravió hasta
el tiempo de las cruzadas, cuando se encontró parte de él después de la toma de
Jerusalén. Se descifró este código sagrado y sin penetrar en el espíritu
sublime de todos los jeroglíficos que se encontraron, se resucitó nuestra
antigua Orden de la cual Noé, Abraham, los patriarcas, Moisés, Salomón y Ciro
habían sido los primeros grandes maestros. He ahí, señores, nuestras antiguas
tradiciones. He aquí ahora nuestra verdadera historia.
Desde los tiempos de las guerras
santas en Palestina, varios príncipes, señores y artistas se unieron, hicieron
voto de restablecer los templos de los cristianos en Tierra santa, se
comprometieron por medio de un juramento a emplear su ciencia y sus bienes para
devolver la arquitectura a su primitiva constitución, rescataron todos los
antiguos signos y las palabras misteriosas de Salomón, para distinguirse de los
infieles y reconocerse mutuamente... (y decidieron) unirse íntimamente con....
Desde entonces y después, nuestras logias llevaron el nombre de logias de San
Juan en todos los países.
Esta unión se hizo a imitación de
los israelitas cuando construyeron el segundo templo. Mientras unos usaban la paleta
y el compás, los otros los defendían con la espada y el escudo. Después de los
grandes reveses de las guerras sagradas, la decadencia de las armadas
cristianas, y el triunfo de Bendocdor Sultán de Egipto
durante la octava y última cruzada, el hijo de Enrique III de Inglaterra, el
gran príncipe Eduardo, viendo que ya no había seguridad para sus hermanos masones
en Tierra santa quiso que todos lo acompañaran cuando las tropas cristianas se
retiraron y esta colonia de adeptos se estableció así en Inglaterra. Puesto que
este príncipe estaba dotado de todas las cualidades del espíritu y del corazón
que forman a los héroes, amó las bellas artes y sobre todo nuestra gran
ciencia. Estando en el trono, se declaró gran maestro de la Orden, le otorgó
varios privilegios y franquicias, y desde entonces los miembros de nuestra
cofradía tomaron el nombre de francmasones.
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