Es de muchos conocido que la Iglesia Católica Romana tenía la costumbre de vender las absoluciones y que, incluso, tenía un precio para cada pecado. Durante la Edad Media ya se habían hecho denuncias de los abusos que éste sistema traía consigo e incluso Martín Lutero hace mención a ello en "Cuestionamiento al Poder y Eficacia de las Indulgencias".
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Gracias e Indulgencias Perpetuas concedidas por Clemente XIII en el siglo XVIII. |
Pero, a diferencia de lo que predicaba Lutero, la iglesia no
vendía la absolución, sino que hacía pagar a los culpables, lo que es
diferente.
Éstas bulas se volvían necesarias cuando habiendo sido público
el delito o pecado, se requería de alguna constancia para volver a recibir los
sacramentos.
La idea proviene, al parecer, de Jaques Dueze (Jacobo Dueze,
quién cambió su nombre a Juan XXII al ser nombrado Papa el 7 de Agosto de 1316
en Lyon, Francia), quién en su intención de sanar las finanzas de la iglesia
institucionalizó, a través de la Sacra Penitenciaría, el cobro de cuotas por el
derecho a obtener constancia del perdón.
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Papa Juan XXII |
Laicos y miembros del clero estaban ligados por igual a
éstas tarifas. Entre los pecados incluídos estaban el parricidio, fraticidio,
asesinato, golpear a su esposa (costo adicional si le arrancaba el cabello).
Llama la atención que la cuota más elevada era para aquellos que falsificaban
la firma papal.
Sin embargo, repito, no se vendía la absolución sino el
registro para tener constancia física del perdón.